Hoy estoy un poco de bajón. Después de casi 15 años de compartir momentos con nuestro coche, nos lo han cambiado por otro más nuevo y cuidado. Pero hoy no me siento mucho mejor por ello. Me cuesta mucho eso de que las cosas no son personas, y con este cambio, tengo la sensación de que se cierra una etapa de mi vida.

Con nuestro 206 «tó bollao»  hemos hecho recorrido un gran camino. Una vez (época pre-móvil y pre-lehagofotosatodo) llenamos el depósito de gasolina, compramos una hogaza y un chorizo y fuimos poco a poco recorriendo la costa por Andalucía y Portugal hasta que llegamos a la mitad del depósito. Luego nos dimos la vuelta. Estuvimos una semana viviendo entre nuestro coche y la playa del Algarve... Una de las mejores experiencias que he vivido.

Nos hemos reído en cada bollo nuevo desde el tercero o el cuarto (ya no tenía solución) en lugar de montar un drama. Hemos llevado familiares, amigos y animales en mudanzas y viajes. Fruto de eso nos han querido registrar el maletero y lo han dejado por imposible. Nos hemos quedado sin batería en los sitios más recónditos y hemos pedido ayuda para arrancar a la gente más variopinta.

Una vez paramos a dormir y nos despertamos con una estampa imponente del amanecer en un campo de molinos de viento que no habíamos visto por la noche. Otra vez al despertarnos nos encontramos con un enoooorme  rebaño de ovejas…

Y así mil cosas de las que ha sido testigo nuestro primer coche… Que ya no daba mucho más de si. Entre nos, llevamos algún tiempo con el cuadro roto y no sabíamos ni la gasolina, ni la velocidad ni las revoluciones del coche. Pero ¡ay! Tal era la intimidad que en estos años hemos conseguido los tres, que sabíamos perfectamente cómo se sentía de revolucionado.

Así que esta entrada es en honor a esas vivencias e intimidades que se viven en el primer coche.

Y si os ha gustado el tema, aquí os dejo la web de Daniel Higiénico (que es un crack) donde podéis escuchar su música, descargar y donar para que siga dándonos buen rollo.